El Señor de la Piedra
En 1907, el padre Jesús María Mejía, manda traer desde Quito, la imagen del Señor de la Piedra. La imagen fue restaurada 1997.
Es una imagen del Ecce Homo (“He aquí el hombre”) que es una de las representaciones más profundas de Cristo. Se inspira en el momento narrado en el Evangelio de Juan (19,5), cuando Pilato presenta a Jesús al pueblo después de haber sido flagelado, coronado de espinas y vestido con un manto púrpura. Con la expresión “Ecce Homo”, Pilato quiere mostrar a un hombre debilitado y humillado, casi ridiculizado, para provocar compasión. Pero la escena encierra un misterio mucho más grande.
En esta, Jesús está coronado de espinas, signo de burla, pero también de realeza paradójica: el Rey que reina desde la humillación. Él tiene un manto púrpura símbolo del poder imperial que, en Cristo, se transforma en signo de su dignidad real y sacerdotal. Además, tiene una caña en su mano. Su rostro es doliente y se refleja tanto el sufrimiento físico como la entrega amorosa. Su mirada no es de odio, sino de compasión hacia quienes lo ultrajan.
Por medio de esta obra de arte, Cristo revela que Él es verdaderamente hombre, incluso al vivir el dolor y la injusticia. Él es el Siervo doliente de Isaías (Is 53), cargando las heridas de la humanidad. Nos demuestra que el poder de Dios no se manifiesta en la fuerza, sino en el amor llevado hasta el extremo, aceptando la debilidad.